miércoles, 18 de agosto de 2010

San Juan Eudes : Un Hombre que apostó por la Misericordia.

II Parte : Evangelizado y evangelizador

San Juan Eudes, había aprendido a reconocer en todas partes la presencia de Dios, incluso en la experiencia concreta y en todos los acontecimientos. No se hablaba entonces de signos de los tiempos, pero Juan Eudes los entendía y vivía plenamente. Uno de esos signos fue sin duda para el aquella peste de Súez, en 1627.


Entonces, el joven sacerdote, que apenas acababa de superar una larga y dolorosa enfermedad que prácticamente lo había inutilizado, decidió ir en auxilio de quienes más lo necesitaban, los apestados, abandonados de todo recurso espiritual, para llevarles los sacramentos, signos de la misericordia de Dios. Fue éste su primer encuentro con los pobres, los pequeños, los abandonados. Tres años más tarde, en Caen, se repetirá tan difícil experiencia. Serán entonces más fuertes la caridad y el compromiso para con los hermanos sufrientes que las razones de quienes intentaban disuadirlo de lo que parecía una peligrosa chifladura.

Estas primeras actividades que realizó como sacerdote y como misionero eran gestos que hablaban de la misericordia y hacían la misericordia. Gestos significativos que eran ya misión, una predicación silenciosa de aquellas que alababa Pablo VI en la EN8. Gestos que lo marcaron y lo pusieron para siempre en el camino que baja de Jerusalén a Jericó. En adelante su presencia misionera al lado de cualquier Jesús que sufre irá llenando de realismo su espiritualidad y su ministerio.

Todos sus compromisos apostólicos tendrán que ver con esa profunda experiencia.” El abismo de mis miserias llama al abismo de sus misericordias”, exclama en su personal Magníficat.

Habiendo experimentado, él mismo, la misericordia de Dios en su propia vida, quiso agradecerla dedicándose a predicarla y transmitirla. Los caminos misioneros de Francia conservan aun el recuerdo de sus pasos. De ese fervor evangelizador y de esa pasión por el Reino surgiría aquel otro elemento clave de su espiritualidad que fue la devoción al Corazón de Cristo, unido indisolublemente al Corazón de María. Y es que, como ha escrito alguien, Juan Eudes, fue un hombre de corazón y un hombre del Corazón.



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