lunes, 2 de mayo de 2011


La mujer no ha tenido nunca necesidad de que el hombre la enaltezca para que ella aparezca con un protagonismo decidido en la humanidad. Pero siempre ha encontrado pluma y sentimiento de muchos, que han pensado que era mejor dedicarle páginas y muchas, para hacer conocer a las generaciones siguientes su entereza, su sabiduría, lo que ellas aportaron al desarrollo de la humanidad.
A Sara y a Raquel, las recuerda la Biblia como “nuestras madres” (así se expresan los judíos visitando la tumba de los patriarcas en Hebrón o al visitar a la entrada de Belén la tradicional tumba de Raquel)
Ester es heroína para el pueblo y la fiesta de los “Purim”1 tendrá cada año cuidado de recordarla como salvadora de la patria.
Judit, aunque no sea libro admitido por el pueblo del Primer Testamento, queda para los cristianos en las páginas bíblicas como mujer de entereza, sobre todo cuando los representantes del pueblo no respondieron a la cita de la historia.
Los Macabeos nos dejaron en su madre un modelo de mujer llena de fuerza y capaz de alentar a los hijos en los momentos críticos de la historia.
El Segundo Testamento, que llamamos el Nuevo, abre sus páginas a la mujer de Zacarías desde Lucas, o con María en Mateo y también en Lucas, para hacer llegar ese “fin de los tiempos prometido por Dios” como Hebreos lo señala (1,1), o Gálatas: “al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley y para que recibieran la filiación adoptiva” (4, 4-5)
_______________________________________
1 El Purim es una festividad judía que se celebra el 14 del mes judío de Adar, en conmemoración del milagro relatado en el Libro de Ester, cuando los judíos se salvaron de su aniquilación por ejércitos del rey persa Asuero (también llamado Jerjes I) cerca del 450 a.C.
______________________________________
Lucas no tiene reparo alguno en señalar (muy contrario a las tradiciones que seguían los rabinos itinerantes)que: “un grupo de mujeres, junto con los doce, seguían a Jesús y que lo Asistían con sus bienes” (Lc. 8, 1-3).
Los Hechos de los Apóstoles nos hablan también de algunas de ellas y Pablo no olvidará al terminar su carta a los Romanos, nombrar algunas de ellas que con él habían trabajado en la difusión de la Buen Nueva (Rom. 16, 1-24)
Ellas seguirán siendo mujeres representantes del Pueblo de Dios, quedarán siempre como “iconos” donde hay que mirar como en un espejo, las rutas que hoy la historia de Dios nos invita construir.
Mujeres madres, mujeres viudas, mujeres consagradas, mujeres mártires, llenan las páginas de la historia y del santoral de la Iglesia diciendo, que nada grande se puede hacer si ellas están ausentes, y como ofreciendo un espacio para que a cada una se les pueda aplicar el elogio que el escritor sagrado pone en la boca del pueblo frente a Judit:

“Tú eres el orgullo de nuestro pueblo,
tú la suprema gloria de nuestra raza…
Haza procurado la dicha de tu pueblo…
Dios se ha complacido en lo que has hecho…
Bendita seas del Señor Omnipotente por siglos infinitos
(15, 9-10)
En esa galería de iconos puso Dios el rostro e icono de santa María Eufrasia Pelletier. Nacida en aquella agitada Francia del siglo XVIII, pero contagiada con la firmeza de las rocas que el mar golpeaba día y noche en la isla de Noirmoutier su rincón natal.
La Providencia que guía con sabiduría los pasos de los humanos, la llevó un día a impregnarse en la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad, de la sólida espiritualidad de san Juan Eudes, insigne propagador de la devoción a los Corazones de Jesús y María.
Esta mujer, conocida como María Eufrasia Pelletier Mourin supo ser, como el “escriba que se ha hecho discípulo del Reino, capaz como el dueño de casa, de sacar de sus arcas lo nuevo y lo viejo” (Mt. 13, 52)
Fiel a un pasado que la había formado como mujer consagrada, pero con los ojos abiertos a nuevos horizontes que Dios le iba mostrando, firme como lo roca de lo esencial en la fe y el amor, pero buscando expresiones renovadas según las necesidades de los tiempos.
Mujer que se hizo futuro, desde la “savia” del pasado en donde estaban sus primeros pasos y que luego le ofreció a la Iglesia un rostro de “Buen Pastor”, de una fineza particular y, cuyos “sentimientos y pensamientos” hay que interiorizar si se quiere responder a las exigencias de las personas. Mujer que supo leer la Escritura y hacerla experiencia vital. Leer atentamente cualquiera de las páginas de las cartas o instrucciones de santa María Eufrasia, es palpar de inmediato que en ella la Palabra se había hecho carne, se había hecho su misma vida, es decir, se había hecho mujer y como mujer la había hecho llena de misericordia.
Tan cerca estaba de la Palabra que percibimos como si en ella la Palabra se hubiera hecho mujer “Icono de la Misericordia, hasta poder decir de ella lo que los Hechos de los Apóstoles aplican a Jesús: “Pasó haciendo el bien”.
P. Alvaro Restrepo A. C.M.;
La Palabra se hizo mujer, se hizo misericordia, “Eufrasia”;
ed. Perú 1998

No hay comentarios:

Publicar un comentario