El Pastor
Resucitado nos alimenta con su cuerpo para que tengamos mucha vida,
plena de dones del Espíritu... dones que me fortifican y me hacen salir de mí.
Es el momento de la entrega a Él en la intimidad del amor; es la respuesta al
llamado en su voz de Pastor cuando pronuncia
mi nombre. Soy con muchas personas
invitada al banquete y es en el gozo de esta cena donde el Pastor nos
descubre que hay muchos y muchas afuera que no han escuchado su voz.
Alimentados con la verdadera comida y verdadera bebida,
y fortalecidos con la Palabra, salimos con gozo a buscar a los que se han hecho
sordos a su invitación.
¿Cómo gritar el anuncio del inmenso amor de Dios con
más fuerza?
¿Cómo decirle al
mundo que su ternura no tiene límites y que su Corazón bombea por cada persona
su entrega incondicional y misericordiosa?
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