viernes, 1 de octubre de 2010

San Juan Eudes, Un Hombre que apostó por la Misericordia

IV Parte: Cuando el celo apostólico presiona

Desde esta perspectiva se entienden mejor sus numerosas fundaciones. Porque al estudiar su vida y su obra descubrimos, cada vez mejor, cómo estas fundaciones constituyeron, en cuanto evangelización, auténticas obras de misericordia, o sea, maneras concretas de expresar su apuesta definitiva por la misericordia divina.


Apelando a una categoría moderna podemos decir que Juan Eudes, también se dejó evangelizar por "los pobres", valga decir, por las mujeres prostituidas y los incontables hombres y mujeres que vegetaban en la muerte debido a que nadie les había hablado de la Vida. Fue esa experiencia la que activó su carisma fundador.

El P. Eudes no era un fundador "profesional" sino un hombre de Dios que iba respondiendo, a medida de sus recursos, a los clamores de la misericordia, a las necesidades concretas de su época, que para él representaban auténticos mensajes del Espíritu. Era un hombre que sabía leer la acción de Dios incluso en los fracasos; que se dejaba interpelar en serio por los signos de su tiempo, y cuyo mayor deseo era hacer eficaz la misericordia. No existía en sus proyectos ninguna intención moralizante: había que realizarlos, simplemente, porque el Dios misericordioso así lo quería; eran una consecuencia normal de su seguimiento de Cristo, y de su atención a la misericordia del Padre: para él se trataba sólo de cristificar a la persona sobre todo a aquellas cuya imagen de Dios estaba más deteriorada por el pecado o por la miseria.


Es precisamente en 1644, año en que se consolidaba en Francia el rigorismo jansenista, cuando Juan Eudes funda la Orden de N.S. de la Caridad, coincidiendo con una toma de conciencia cada vez más viva de lo que es esa misericordia divina. Ha descubierto, de una manera concreta, que Dios ama y, porque ama, salva, perdona. Y se siente llamado a ser personalmente instrumento de ese amor salvador en uno de los campos más dramáticamente olvidados de la pastoral de entonces: la prostitución.

También en el nacimiento de la Congregación de Jesús y María (PP. Eudistas) hay una experiencia de misericordia; le dolía intensamente la Iglesia, le dolían las gentes que andaban "como ovejas sin pastor"; y se dejó interpelar por el amor de Dios que, en Jesús, viene a "salvar lo que estaba perdido". Expresión última y acabada de la misericordia del Padre. Si "un alma vale más que mil mundos", es menester que alguien se dedique a tiempo completo a formar a quienes deben salvarla. Y urgido por tan angustiadas convicciones, se decide a abandonar el Oratorio para fundar su pequeña congregación.

Formar al clero era sólo una manera de colocarse en el camino de la misericordia que salva y que necesita canales dignos de esa tarea. En una carta al P. Manoury, primer formador de los nuevos eudistas, el P. Eudes se expresaba: "Cuide de formarlos en el Espíritu de Nuestro Señor, que es espíritu de desasimiento y de renuncia a todo y a sí mismo; espíritu de sumisión y abandono a la divina voluntad manifestada por el evangelio y por las reglas de la congregación..., espíritu de puro amor a Dios..., espíritu de devoción singular a Jesús y María..., espíritu de amor a la cruz de Jesús o sea al desprecio, la pobreza y el sufrimiento..., espíritu de odio y horror a todo pecado..., espíritu de caridad fraterna y cordial al prójimo, a los de la congregación, a los pobres..., espíritu de amor, respeto y estima por la Iglesia".

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