"Un leproso fue a postrarse ante Él y le dijo: "Señor, si quieres puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: "Lo quiero, queda purificado", y al instante quedó purificado de su lepra". Mt 8,1ss.
ESTAMOS ENFERMOS, ¿QUÉ DUDA HAY?
Enferma está nuestra sociedad y yo y tú también...
Pasamos por la vida como gente con lepra sin tomar conciencia de que nuestra existencia deambula con los jirones de nuestras insanias.
Vayamos a nuestra conciencia, adentrémonos en nosotros mismos para constatar nuestra lepra. ¿Acaso nuestro yo no está inflado esperando aplausos, queriendo ser el centro de todos y todo? Quizá me olvido de acercarme a mis hermanos más sufrientes y entregarles un poco de amor.
¿Acaso no deseo imponer mis ideas, lograr mis necesidades superfluas, enfrascarme en mis adicciones?
Jesús me toca. Me he acercado a Él y le he mostrado mis girones. Acercarme, hablarle, decirle que me cure son los pasos que hemos de dar los que queremos curar heridas.
"Quiero, quedas purificado"
Nosotros enfermos, escuchamos las palabras sanadoras de Jesús... ellas son eficaces, ahora nos falta seguir escuchándolos, andar y obrar sus palabras.
Recibamos su mirada compasiva,
el toque de su mano sanadora,
sus breves y contundentes palabras "quiero"; todo su ser quiere nuestra sanación, que es llegar a sabernos y sentirnos hijos e hijas de Dios Padre.
¡Señor, purifícanos con tu fuego de amor!
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