sábado, 12 de abril de 2014

En el Mes Eufrasiano: Extracto del acta de Canonización

Extracto del acta de Canonización de María de Santa Eufrasia Pelletier, virgen por el Papa Pío XII 2 de mayo de 1940

“Imitando la admirable bondad y la clemencia divina de Cristo Señor hacia las mujeres, muchos hombres y mujeres notables por su santidad, han florecido en la Iglesia y, en este dominio en particular. Entre estos héroes, debemos mencionar, de derecho y por su mérito, a esta mujer fuerte, MARÍA DE SANTA EUFRASIA.”

Que las ovejas extraviadas deben ser llevadas al redil por todos los medios, nuestro compasivo Redentor, el verdadero Pastor que da su vida por sus ovejas y que ha venido para salvar lo que está perdido, nos ha enseñado a la vez con la palabra y con el ejemplo.
Imitando la admirable bondad y la clemencia divina del Cristo Señor hacia las mujeres, muchos hombres y mujeres notables por su santidad, han florecido en la Iglesia. Entre estos héroes, debemos mencionar, de derecho y por su mérito, esta mujer fuerte, María de Santa Eufrasia.

Es cierto que desde el principio, no faltaron las dificultades y las oposiciones que pesaban mucho sobre la naciente fundación. Sin embargo, con prudencia responsable, movida por su gran confianza en Dios, por su constancia y una fuerza de carácter admirable, pudo vencer todos los obstáculos y así dar nacimiento a esta Congregación que merece bien el nombre de Buen Pastor.
El Buen Pastor en efecto vela sobre su rebaño para que no vaya a pastos perjudiciales, protege sobre todo contra las agresiones enemigas y busca a las ovejas errantes con celo y las lleva al redil.

La Sierva de Dios empleo todos sus cuidados y todos los medios para perfeccionar y desarrollar el Instituto. Contó con abundancia de generosos bienhechores y de compañeras religiosas. Asumió ella misma la formación de éstas; trabajó con sus propias manos
La fama del nuevo Instituto nacido en un lugar humilde, se difundía más y más. Con el crecimiento del número de las casas, la prudente superiora comprendió muy rápido que sería muy difícil mantener la unidad del espíritu religioso y de conservar la concordia entre las casas sumisas a los Ordinarios de los lugares. Ella vislumbró una Congregación universal, con un gobierno común y uniforme en el cual resida la fuerza de todo un Instituto y la disciplina regular. Para llegar a esto, comprendió que nada era más oportuno y necesario que cada casa ya fundada o por fundar en el porvenir, esté unida a la casa de Angers y que haya una Superiora General de toda la Congregación. El asunto, fue referido al juicio de la Sede Apostólica.



La Sagrada Congregación de los Obispos y Regulares que debía juzgar la causa, habiendo pesado todo, produjo un prescrito, el 9 de Enero del año 1835, aprobando el proyecto de la Sierva de Dios. Este decreto, el Papa Gregorio XVI felizmente reinante, lo aprobó en todas sus partes, el 16 del mismo mes. A partir de este momento, fue evidente que la Congregación del Buen Pastor tenía suficiente libertad para que sus miembros se multipliquen.

Para el mejor desarrollo de estas obras, la Sierva de Dios velaba desde la casa de Angers con gran prudencia y atención sostenida, nunca descorazonada por los trabajos y las adversidades que no faltaron. Cada día, ella daba a las hermanas y a las novicias un ejemplo admirable de todas las virtudes, no solamente en palabras y por sus escritos, sino sobre todo por sus obras.

La fe que, según la palabra de San Juan Crisóstomo, es la fuente y el origen de todas las virtudes, ella la vivió hasta el heroísmo, así como su esperanza que era profunda y particularmente fuerte, su amor a Dios y al prójimo que se ve claramente en sus obras y en sus fundaciones. No se desmarco menos por su prudencia, su justicia, su fuerza, su templanza y en todas las otras virtudes.

Durante toda su vida, fue muy fiel hacia el Soberano Pontífice y la Sede Apostólica a los cuales ha querido unir su instituto de manera muy particular.
Aún en los últimos años de su vida, María de Santa Eufrasia continuó sus esfuerzos y sus iniciativas para favorecer los progresos de su Congregación. A pesar de no gozar de una salud perfecta, no se cuidaba. Pero después de tanto trabajo para la mayor gloria de Dios y la salvación del prójimo, practicados con gran solicitud, sus fuerzas acabaron por ceder.
El 24 de Abril del año 1868, a la edad de 72 años, después de dar a sus hermanas sus últimos consejos y haber recibido piadosamente los Sacramentos de la Iglesia, se durmió pacíficamente en el Señor, con gran pena de parte de sus hermanas y de toda la población de Angers.

Su cuerpo, como ella misma lo había deseado, fue inhumado en la casa de Angers, en la capillita dedicada a la Inmaculada Concepción. Una reputación de santidad, muy clara y muy extendida de la que gozaba ya María de Santa Eufrasia aun durante su vida, no disminuyó después de su muerte, sino que ha sido confirmada y aun ha aumentado enormemente a causa de los milagros obtenidos de Dios por su intercesión. Es la razón por la cual se pensó darle los honores de los bienaventurados del Cielo y se comenzó a estudiar su causa en la Sagrada Congregación de los Ritos. En la misma Congregación, se discutió sobre las virtudes de la venerable Sierva de Dios, de las cuales el Papa reconoció solemnemente haber logrado el grado de heroicidad, el 24 de Febrero del año 1924.

Después de las encuestas llevadas sobre las dos curaciones milagrosas que por la intercesión de la Venerable María de S. Eufrasia, el Dios todopoderoso había realizado, nuestro Predecesor, el 8 de Enero del año 1933 proclamó solemnemente: “Son reconocidos los dos milagros que, por la intercesión de la Venerable María de Santa Eufrasia, han sido hechos por Dios: la curación perfecta e instantánea de María Magdalena Hodges de un cáncer al estómago y al intestino extendiéndose al lado izquierdo del abdomen; y también la curación instantánea y perfecta de la joven Marie-0live, que una grave enfermedad de la nariz (un lupus) que la afligía. »


Nuevas curaciones milagrosas se sucedieron. Se suplicó de nuevo la Santa Sede Apostólica de continuar la Causa en vista a la Canonización de esta Virgen tan popular. El Soberano Pontífice dio su acuerdo.

Dos nuevos milagros fueron propuestos a la Sede Apostólica. El primero se refería a María-Luisa Pouget. El año 1928 empezó a sufrir de artritis cancerosa en la rodilla derecha. Fue operada. Poco después, los tumores en la rodilla volvieron y nuevos tumores purulentos aparecieron en el cuello de la enferma. Todo aquello, con las otras enfermedades, causaron una peritonitis cancerosa. Como todos los cuidados parecían inútiles, se pidió la ayuda de la B. María de Santa Eufrasia. El 30 de diciembre del mismo año, a las 3 de la tarde, María Luisa de repente, se sintió completamente sana. Los dolores que le causaban un terrible sufrimiento desaparecieron. Al día siguiente participó en una Hora Santa completa, manteniéndose arrodillada todo el tiempo.

El otro milagro no es más maravilloso: ocurrió a Honorine Maschetti Nicienci, muy enfermiza desde su infancia, sufrió de una peritonitis cancerosa al punto que todo su cuerpo se corrompía. En 1935, su enfermedad se agrava, el médico que la asistía y otros testigos dijeron que la muerte estaba cerca. Ese mismo día se terminaba la novena de oración por su curación, por la intercesión de la B. María de Santa Eufrasia. A la una y media de la tarde, Honorina pidió salir de su cama y mientras se vestía se sintió completamente curada. Sobre la que fue una úlcera purulenta, una piel nueva se formó. Recobró todas sus fuerzas como si nunca había estado enferma y conservó después una buena salud.

Nosotros, entonces, pudiendo dar con prudencia nuestro juicio, después de implorar la abundancia de la luz divina, hemos decretado: “Con toda seguridad, se puede proceder a la solemne canonización de la virgen, la B. María de S. Eufrasia Pelletier”.



Hemos determinado el día de la ceremonia en la Basílica Vaticana para el 2 de Mayo, precisamente en la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo.
Dado en Roma, en la Sede de San Pedro, el año de Dios 1940, el 2 de mayo, en la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, el segundo año de Nuestro Pontificado.
Yo, PIO XII, Obispo de la Iglesia Católica.
(Otras firmas)
(Traducción al castellano de hermana Charlotte Gill, r.b.p.)

Centro de Espiritualidad Bolivia/Chile 

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