En el siglo XVII descubrimos a un hombre
llamado Juan Eudes, que nos mostró el gran Corazón de Dios, encarnado en el
Hijo que viene a acoger la miseria de los miserables. Hablaba apasionadamente y
con ímpetu afirmaba que la obra de las obras es formar a Jesús en nosotros. Al escucharlo,
sus palabras despertaban el Celo desbordante que él transmitía, por la
salvación del ser humano
Esto le llevó a fundar la Orden de Nuestra
Señora de la Caridad, dedicada al servicio de la joven y mujer que clamaba por
sanación y dignidad.
La intuición fundante de Juan Eudes, hunde
sus raíces en la Palabra de Dios; seguramente meditó largamente unos
textos que a menudo cita:
o
Jesús vino al Mundo para salvar a los
pecadores (Mt. 20, 28; Mc 2, 17; Lc 19,10). Es para él como la idea clave que
repite sin cesar y de múltiples maneras. Las hermanas están "asociadas al Señor Jesús en la obra más
grande por la cual vino al mundo, que es
para salvar a los pecadores".
o
La sangre de Cristo, derramada por la
multitud, otorga un precio infinito a las almas que Él ha rescatado (Mt.
26,28). “Un alma vale más que cien mil
mundos”. “Si le costó tanto a Jesús,
¿sería razonable desear que no nos cueste nada?” (Ver Lect. Nº26).
o
La alegría de Dios por el regreso del
pecador (Lc.15): invitación a maravillarse de estar asociadas a lo que más
regocija al Corazón de Dios. De ahí la dimensión pascual muy fuerte de la
fundación de NSC.
Esta meditación de la Palabra de Dios,
confrontada con su propia experiencia de vida próxima a los pobres, a los
niños, está en la raíz de la intuición primera que dio origen a Nuestra Señora
de la Caridad: ella traza el eje espiritual orientador alrededor del cual debe
construirse la vida de las hermanas. Este eje es dirigido por la misericordia. En
su libro “el Corazón Admirable”, terminado en los últimos años de su vida, Juan
Eudes llegó a hacer una síntesis de lo que él comprendió de la misericordia:
“Tres
cosas requiere la misericordia:
o
tener
compasión, llevar en su corazón la miseria de los miserables,
o
tener
una gran voluntad de socorrerlos,
o
pasar de
la voluntad al hecho".
El Verbo de Dios se encarnó para ejercer
así sobre nosotros/as su gran misericordia.
Él ha llevado en su Corazón todas nuestras
miserias, ha asumido verdaderamente toda nuestra realidad humana, hasta la
muerte.
Juan Eudes,
comprendió poco a poco que, para entrar en el mismo movimiento del Hijo
de Dios, tenemos que pasar, en cierto modo, por diferentes etapas.
El amor de misericordia y de compasión es
esencial, está en el corazón de todo el proceso. Pero necesita en cierto modo
ser “tejido" con un gran deseo de formar y de hacer vivir y reinar a Jesús
primero en nuestros corazones; y es de este aspecto que Juan Eudes habla
primero, en su vida misionera: formar a Jesús en nosotros, es "la obra de las obras, es nuestra ocupación
principal " (Lect. 16).
A medida que Jesús toma posesión de
nosotros, vive y reina en nosotros, toma en nosotros los rasgos de Jesús
misericordia, Jesús Salvador de nuestra miseria.
Pero, una vez que hayamos hecho esta
experiencia de ser tocados por la misericordia, no podremos limitarla a
nosotros: ¡hay que testimoniarla!¡Hay que hacer vivir y reinar a Jesús en todos
los corazones! Hay que ayudar a los
demás, especialmente a los más "miserables", a descubrir y
experimentar esta misma misericordia.
Es entonces que un gran deseo toma cuerpo
en nosotros, y este deseo profundo y devorador es para Juan Eudes el celo por
la salvación de las almas, el celo que primero fue el de Jesús "para que
tengan vida, y la tengan en abundancia" (Jn 10).
Una iniciativa concreta
El amor de misericordia, acogido en su
propia vida, se traduce entonces en iniciativas concretas. Todo lo que él pone
en marcha es inspirado por la mirada de misericordia, que se plasma en un
compromiso efectivo y sostenible, con los demás, al servicio de estas mujeres,
con la conciencia de poner en obra un amor infinitamente más grande que su
propio amor.
Lo que Juan Eudes organiza es:
o
Un Refugio para las mujeres: las
mujeres son las primeras: aquéllas que las acogen, (al principio, la intención
no era forzosamente la de hacer una nueva congregación religiosa) deben dedicar
todas sus energías a su servicio, tanto personal como comunitariamente, para
que Jesús pueda vivir y reinar en ellas.
o
Un Instituto apostólico, donde
la vida monástica tradicional es modificada para responder a las exigencias de
la misión con un cuarto voto para sostener la especificidad del apostolado
Originalidad del camino espiritual trazado por Juan Eudes
Gracias
a la combinación de tres elementos: Formación de Jesús en nosotros / hacerlo
vivir y reinar, Celo por la salvación de las almas, misericordia, podemos
discernir algunos temas que caracterizan la originalidad del camino espiritual
que Juan Eudes abrió para las hermanas de Nuestra Señora de la Caridad:
1.
Un espíritu alimentado de la espiritualidad de la
Encarnación y del Corazón:
Las
hermanas deben continuar la vida de Jesús, y pues imitar la caridad del Corazón
de Jesús y María, que debe ser su regla de vida; vivir su compasión con
respecto a las mujeres acogidas: "Ellas son vuestras hermanas"; hay
que tenderles la mano, resucitar a Jesús en ellas, regocijarse de su
recuperación.
2.
El celo para la salvación de las almas, es una
nota característica de toda la actividad misionera de Juan Eudes, de la manera
con la que él busca "hacer vivir y reinar a Jesús". El celo es la
expresión de la caridad apasionadamente contemplada en el Corazón de Jesús y
María y en el misterio de nuestra Redención.
Cuando
ambos aspectos se combinan, la dimensión humana y la dimensión mística, nos
encontramos en presencia de un "hombre de fuego", el mismo fuego que
Jesús vino a encender sobre la tierra (Lc 12,49). ¡Para que todos puedan tener
la vida en abundancia, hace falta un compromiso total por parte de aquellos que
siguen a Jesús, quien dio por nuestro amor cada instante de su vida!
Del
mismo modo, el celo debe comprender todos los aspectos de la vida de las
hermanas: "Trabajen por el fervor de
vuestras oraciones, por el ejemplo de una vida santa, por la eficacia de
vuestras instrucciones, y de todas las formas que la obediencia os empleará,
para la salvación de las almas perdidas… Emplead vuestro cuidado y vuestra
industria, vuestro espíritu y vuestro corazón". (Constitución Fundacional.)
3.
La misericordia
Juan
Eudes tomó muy en serio lo que Nuestra Señora le había dado a entender. Él
mismo abrió su corazón a la misericordia, al amor de compasión de Dios por él
mismo y por todos sus hermanos y hermanas, y se comprometió a hacerse un "instrumento
de misericordia".
Así, las hermanas de Nuestra Señora de la
Caridad son llamadas a vivir la misericordia en todas sus actitudes y
actividades. A aquellas que les son enviadas, deben testimoniar:
Una gran compasión para estas mujeres
abandonadas y sin socorro,
Un respeto profundo hacia ellas, porque son
las hermanas de aquellas que les tienden la
mano, y la imagen de Dios
empañada debe de nuevo resplandecer en ellas;
Una fe tenaz al Cristo Resucitado: su
resurrección las habita y las hará revivir.
Para vivir este compromiso, las hermanas
necesitan entrar en una contemplación incesante del Misterio de la Salvación,
sobre todo la contemplación del amor misericordioso de Jesús, muerto en la Cruz
para salvarnos: toda persona está comprendida en el amor de misericordia de
Cristo, pero especialmente las que están en la más grande miseria: es
preciso acoger en nosotros este amor de
misericordia para que se transmita.
En el seguimiento de Jesús, el apostolado
de las hermanas las introduce pues en el corazón del misterio pascual y les hace descubrir la cruz y su valor: "No se asombren de encontrar penas y cruces
al hacer la obra de Dios. Es lo mejor que hay para su trabajo...nuestra
felicidad en esta vida consiste en ser crucificadas con Jesús… Abracen con
afecto todas las penas y las dificultades que encuentren en el ejercicio de su
vocación… Miren el crucifijo y vean lo que él
sufrió para salvar las almas” (carta para la Fiesta de la Asunción, Lect. N°26).
Les hace también descubrir la fuerza de
resurrección que obra en los corazones, hasta
en los más heridos: "Mis
Hijas muy queridas, ustedes tienen de alguna manera la misma vocación que la
Madre de Dios. Pues así como Dios la escogió para formar a su Hijo en ella, y
por ella en el corazón de los fieles, así también Él las ha llamado en la santa
comunidad donde ustedes están, para hacer vivir a su Hijo en ustedes, y para
resucitarlo a través de ustedes en las almas en las cuales ha muerto".
(Lect. N°26)
Dicho de otra manera, se trata de formar un
solo corazón con el de Cristo y de su
Madre para amar de un mismo amor y mirar a las personas que están en la miseria
moral con la misma mirada de Cristo: un amor que ama y que salva, un amor de
misericordia.
Es por algo que él da a la nueva
Congregación que funda el nombre de "Nuestra Señora de la Caridad".
Él mismo explica al respecto en los "Deseos particulares": ustedes
son, les dice a las hermanas de NSC, las "hijas
del muy santo Corazón de la bienaventurada
Virgen María", porque su vocación de misericordia hunde sus raíces en el
amor que está en Dios,
simbolizado
en el Corazón de Jesús y María”.
Así
como él mismo lo vivió, invita pues a las hermanas a una
gran
intimidad con María, en lo cotidiano, y a vivir su misión con ella, que es
"Madre de misericordia".
Extractado
de la conferencia de
Marie
Francoise Le Brizaut, NSC
Casa
Madre 2010
CÍRCULO DE CONVERSACIÓN COMUNITARIA
1.
Al leer y reflexionar el texto ¿qué sentí?
2.
¿Qué aspectos me llamaron más la atención?
3.
Como hermanas del Buen Pastor ¿nos sentimos
identificadas con la raíz y fundamento de la intuición fundante de san Juan
Eudes?
4.
¿Cuál es el llamado que sentimos del
Espíritu, al reflexionar sobre nuestra raíz común con las hermanas de Nuestra
Señora de la Caridad?
SUGERENCIA
Es bueno que cada persona tenga con
anterioridad el texto para que pueda
leerlo, reflexionarlo personalmente y así enriquecer y hacer más participativo
este círculo de conversación comunitaria.
Se puede iniciar con un canto congregacional
y terminar con la oración, “Misericordia” (tomada del libro, “Orar con san Juan
Eudes”, pág.9)
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