EL
GOZO EN EL EVANGELIO
Te habla Francisco, obispo de Roma:
“El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo,
invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: «Alégrate»
es el saludo del ángel a María (Lc
1,28). La visita de María a Isabel hace
que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto
María proclama: «Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi
salvador» (Lc 1,47). Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: «Ésta
es mi alegría, que ha llegado a su plenitud» (Jn
3,29). Jesús mismo «se llenó de alegría
en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho
estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena»
(Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su
corazón rebosante. Él promete a los discípulos: «Estaréis tristes, pero vuestra
tristeza se convertirá en alegría» (Jn
16,20). E insiste: «Volveré a veros y se
alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22). Después
ellos, al verlo resucitado, «se alegraron» (Jn
20,20). El libro de los Hechos de los
Apóstoles cuenta que en la primera comunidad «tomaban el alimento con alegría»
(2,46).
Por donde los discípulos pasaban, había «una gran alegría» (8,8), y
ellos, en medio de la persecución, «se llenaban de gozo» (13,52). Un eunuco,
apenas bautizado, «siguió gozoso su camino» (8,39), y el carcelero «se alegró
con toda su familia por haber creído en Dios» (16,34). ¿Por qué no entrar
también nosotros en ese río de alegría?” (“Evangelii Gaudium 5) .
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