Fue elevado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos" (Hch 1, 9).
La Ascención.
En los Hechos de los Apóstoles se dice que Jesús "fue elevado" (Hch 1, 9), y luego se añade que "ha sido llevado" (Hch 1, 11) ¿Qué nos quiere comunicar la Biblia diciendo que Jesús "fue elevado", "fue llevado"? Nos enseña que fue introducido no en un lugar sino en el espacio divino de Dios su Padre, por el mismo Dios. El Resucitado es el Señor del Universo, del Cosmos, de todo lo creado e introduce con Él a la humanidad, en una nueva forma de vida. En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios.
La presencia de la nube que "lo ocultó a sus ojos" (Hch 1, 9) nos retrotrae a imágenes del Antiguo Testamento, de la historia de Dios con Israel: en la nube del Sinaí, la nube sobre la tienda de la Alianza en el desierto, hasta la nube luminosa sobre el monte de la Transfiguración.
El Señor envuelto en la nube evoca, el señorío de Cristo sobre todo lo creado. Es un símbolo similar al "estar sentado a la derecha del Padre".
La palabra cielo no indica un lugar sino a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad; en Cristo, Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre.
El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con él.
La solemnidad de la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado, invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros. En adelante su presencia actuará por la fuerza del Espíritu.
Es importante saber que las imágenes y símbolos utilizados en el relato de la Ascensión llegaban a las personas de la época en su propio lenguaje y cultura, de modo que recibían el mensaje del misterio. Hoy día nos cuesta captarlo y nos quedamos sólo con el relato. Hagamos un esfuerzo por escudriñar la Palabra y profundizar el mensaje.
Inspirado en la Homilía de Benedicto XVI del 24 de mayo de 2009, en la Solemnidad de la Ascensión.
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