miércoles, 27 de febrero de 2019

EL BUEN PASTOR


 El salmo 22 (23) es la perla de los salmos. 

          

Su poesía y su piedad se dan la mano; su suavidad y su espiritualidad son insuperables. J. Green nos dirá: "Estas frases sencillas, estas frases de niño se quedaron sin dificultad en mi memoria. Yo veía el pastor, el valle de la sombra de la muerte, yo veía la mesa preparada. Era el evangelio en pequeño. Cuántas veces, en las horas de angustia, me he acordado del cayado reconfortante que ahuyenta el peligro. Cada día recitaba este pequeño poema profético cuyas riquezas yo nunca agotaría".                                                                                             

Es una parábola vivida, fruto de una experiencia de Dios que llegaba hasta la médula de los huesos del salmista, algo que acercaba en mil años la vida del Primer Testamento a la del Nuevo: tan juntos están los pensamientos del salmo y el sermón de la montaña. Fruto maduro de una fe inquebrantable, todo él rezuma confianza, serenidad, optimismo. El autor conoce las luchas de la vida, las situaciones angustiosas, los enemigos, pero conoce también a Dios, al Dios de su fe a quien da el nombre de pastor.  Hijo del Oriente y de Israel, sabe qué alcance tiene la metáfora del pastor aplicada a los dioses o a los reyes. Y el salmista la da al Dios de su fe, porque ha experimentado vivencialmente toda la actitud solícita y amorosa del pastor. El salmo 22 nos habla de una profunda experiencia religiosa que marcará profundamente la espiritualidad cristiana. Y un día de la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén, el mismo Jesús dirá ante la multitud en el templo: "Yo soy el buen Pastor".     

 Frecuentemos este bello  salmo que nos acercará a Dios tierno y Misericordioso.               

 Jesús dijo: "YO SOY EL BUEN PASTOR".


      J. M. Vernet, 22 Salmos para vivir, Barcelona 1987 (DCPL Nº 22), pp. 97-100.  Adaptación.


                                                     






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