sábado, 27 de abril de 2019

PASCUA


Para los cristianos, la pascua tiene como figura central a Jesús de Nazaret. 

Celebra el paso de su muerte a la vida, de su pasión a la resurrección, del viejo Adán al nuevo Adán, de este mundo cansado al mundo nuevo en Dios.
Como en todos los pasos hay ritos, y en todo paso existe un antes y un después. Hay una ruptura. Los que realizan el paso se transforman. El rito de paso del nacimiento, por ejemplo, celebra la ruptura de la pertenencia al mundo natural, para pasar a pertenecer al mundo cultural, representado por la imposición del nombre. El bautismo celebra el paso del mundo cultural al mundo sobrenatural, es decir, de hijo e hija de los padres a hijo e hija de Dios. El matrimonio es otro importante rito de paso: de soltero o soltera con las disponibilidades que caben a esta fase de la vida, a casado y casada, con las responsabilidades que este estado comporta. La muerte es otro gran rito de paso: se pasa del tiempo a la eternidad, de la estrechez espaciotemporal a la total apertura de lo infinito, de este mundo a Dios.
Si nos fijamos bien, toda la vida humana posee una estructura pascual. Toda ella está hecha de crisis que significan pasos y procesos de acrisolamiento y madurez. Tomando como referencia el tiempo, se verifica un paso de la infancia a la juventud, de la juventud a la edad adulta, de la edad adulta a la vejez, de la vejez a la muerte, de la muerte a la resurrección y de la resurrección a la zambullida inefable en el reino de la Trinidad, 




Tomado de Leonardo Boff en Koinonía.

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