domingo, 21 de abril de 2013

Jesús Buen Pastor


Pastor misericordioso
Jesús muchas veces hablaba en parábolas y sus oyentes se sentían encantados con estas narraciones tan cálidas, tomadas de hechos de la vida real. El contenido profundo encerrado en ellas llegaba así fácilmente a los corazones de las gentes.

La misericordia era tema recurrente en los labios de Jesús y así los transmitieron los Evangelios. Entre las parábolas de la Misericordia podemos leer tres en el Evangelio de San Lucas capítulo 15. La primera es la de la Oveja perdida, y le siguen la de la Dracma perdida y la del Hijo Derrochador.



Las tres parábolas nos hablan de lo que se ha perdido: la oveja, la dracma y el hijo. Las tres nos hablan de nosotros mismo, de las personas que están perdidas.

¿Quién de nosotros no tiene en su ser algunos rincones perdidos, oscuros, heridos, no sanados? ¿Quién no ha acumulado engaños, infidelidades, falta de rectitud…?
Nosotros hemos escuchado la voz de Jesús y sentimos ternura con estas parábolas, Hoy día nos cuesta imaginarnos un Pastor con su rebaño de ovejas, sin embargo en la época de Jesús, era algo habitual verlos ya que los judíos tenían una cultura eminentemente agrícola.  Reemplacemos las ovejas por personas, por nosotros, por otros, por la humanidad. Hemos escuchado su voz, sus palabras, sus mensajes y lo hemos seguido. También nos hemos sentido atraídos por sus milagros.

El Buen Pastor nos  busca con gran empeño, hasta encontrarnos. ¿Nos dejamos encontrar, abrazar,..o somos esquivos? ¿Permitimos que nos presente “salvados”, convertidos, a la comunidad de hermanos y cuente con gran alegría que nos ha encontrado…que estábamos perdidos y nos  ha salvado?

El Padre misericordioso, cuando su hijo vuelve, lo abraza y hace una gran fiesta; hay alegría, música, banquete. El hijo se sumerge en sentimientos y emociones indescriptibles porque estaba muerto y ahora está vivo.

Fundamentalmente, Él quiere que creamos en su Persona, que creamos  que nos rescata y nos da la vida eterna.

Creamos que Él es la puerta por donde se entra al Reino de Dios.


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