El 19 de enero la ciudad de Santiago amaneció con el aire fétido en
muchos sectores. La razón? En la tarde del domingo había comenzado un incendio
en uno de los grandes vertederos que reciben los residuos domiciliarios. Una
semana antes, grietas y deslizamientos habían advertido de riesgos a la empresa
que administra el vertedero. Ese día, toda la ciudad fue afectada, en los
sectores donde no llegaba el olor la nube gris cubrió el cielo: se sugirió no
realizar actividades físicas y las comunidades cercanas hicieron públicas sus
reiteradas denuncias. La autoridad fue confusa, entre que está controlado pero
todavía no, entre que “la nube de humo es tóxica” pero parece que no.
Una semana después, el humo del vertedero ya no se veía aunque aún se
escuchan las repercusiones. Por lo pronto, ese vertedero no puede funcionar por
orden de tribunales.
Mientras seguía las noticias, en los días más cercanos al incendio,
trataba de hacer memoria de la encíclica que nos regaló el papa Francisco en
2015, Laudato Si y, todavía, resuenan distintas aristas del tema de Santa Marta
que hacen pertinente.
El papa nos llama a
considerar “la contaminación producida por los residuos, incluyendo los
desechos peligrosos presentes en distintos ambientes” y nos recuerda que
producimos “cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de
ellos no biodegradables: residuos domiciliarios y comerciales, residuos de
demolición, residuos clínicos, electrónicos e industriales, residuos altamente
tóxicos y radioactivos. La tierra,
nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de
porquería”.
El incendio y
cierre de uno de los vertederos de una gran ciudad y los problemas que eso
representa para las personas tiene diversas aristas.
Una de las primeras
es que este gran incendio –aunque fue muy localizado- es un ejemplo de que lo
que pasa en una parte nos afecta a todos. En este tiempo hemos ido aprendiendo
que en sistemas interrelacionados como es el ambiente en que vivimos, las
acciones de cada uno repercuten en los demás.
Los accidentes como
el de Santa Marta no afectan solo a un municipio o a una localidad y, puestos a
ello, podemos preguntarnos ¿porqué –si la basura es problema de todos- una sola
comunidad debe ser afectada por los residuos de todos?
Periódicamente
surgen en la prensa denuncias de vecinos de distintas comunidades afectadas
porque en ellas se han instalado los rellenos donde se depositan los residuos
de la ciudad. Vemos niños enfermos o que no pueden salir a jugar por el olor,
casas llenas de insectos, una vida que se ha visto bruscamente deteriorada.
Usualmente son comunidades donde se palpa y se huele la pobreza.
El papa nos llama a
tener en consideración que en nuestra sociedad los problemas ambientales suele
tener un costo mayor para los pobres. Podemos decir que las superficies donde
se emplazan estos basurales son más baratas, pero lo que no podemos desconocer
es que ellas fueron –y en algunos casos siguen siendo- lugares donde viven
personas y las hemos convertido en “depósitos de porquería”.
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