PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO A LA
VIDA CONSAGRADA
(DE LA CARTA APOSTÓLICA A LOS
CONSAGRADOS “TESTIGOS DE LA ALEGRÍA”)
… Conocemos las dificultades que
afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones
y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas
económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos
de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la
marginación y la irrelevancia social…
Precisamente en estas
incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se
levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue
repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jer1, 8). La esperanza de
la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquel en
quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tim 1, 12) y para quien «nada es
imposible» (Lc 1, 37). Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a
la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, al que
debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el
Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros.
No hay que ceder a la tentación
de los números y de la eficiencia, y menos aún a la de confiar en las propias
fuerzas. Examinad los horizontes de la vida y el momento presente en vigilante
vela. Con Benedicto XVI, repito: «No os unáis a los profetas de desventuras que
proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de
nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz
–como exhorta san Pablo (cf.Rom 13, 11-14)–, permaneciendo despiertos y
vigilantes». Continuemos y reemprendamos siempre nuestro camino con confianza
en el Señor.
Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y
antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones. Jeremías
1:5
El término "consagración" deriva del latín
"consacrare", es decir hacer sagrado. Tratándose de una persona
decimos: Dios escoge, y a esta iniciativa de Dios es necesaria la aportación
del hombre. La vida religiosa es un rendirse incondicionalmente al amor de
Dios, un darse totalmente a Él, dedicarse plenamente a su servicio. La vida
religiosa es, antes que nada, amor de Dios, búsqueda de Dios, encuentro con
Dios.
Es una entrega total deseada por Dios quien invita a la
persona a un seguimiento más de cerca, y que es aceptado, por ella, libremente
y por amor, para ser total y exclusivamente para Dios y para su reino. Es una
llamada a la perfecta imitación de Cristo para alcanzar la plena comunión con
Dios y la perfección en el amor.
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