lunes, 14 de agosto de 2017

La vida consagrada un don, un desafío

PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO A LA VIDA CONSAGRADA
(DE LA CARTA APOSTÓLICA A LOS CONSAGRADOS “TESTIGOS DE LA ALEGRÍA”)



… Conocemos las dificultades que afronta la vida consagrada en sus diversas formas: la disminución de vocaciones y el envejecimiento, sobre todo en el mundo occidental, los problemas económicos como consecuencia de la grave crisis financiera mundial, los retos de la internacionalidad y la globalización, las insidias del relativismo, la marginación y la irrelevancia social…

Precisamente en estas incertidumbres, que compartimos con muchos de nuestros contemporáneos, se levanta nuestra esperanza, fruto de la fe en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: «No tengas miedo, que yo estoy contigo» (Jer1, 8). La esperanza de la que hablamos no se basa en los números o en las obras, sino en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza (cf. 2 Tim 1, 12) y para quien «nada es imposible» (Lc 1, 37). Esta es la esperanza que no defrauda y que permitirá a la vida consagrada seguir escribiendo una gran historia en el futuro, al que debemos seguir mirando, conscientes de que hacia él es donde nos conduce el Espíritu Santo para continuar haciendo cosas grandes con nosotros.

No hay que ceder a la tentación de los números y de la eficiencia, y menos aún a la de confiar en las propias fuerzas. Examinad los horizontes de la vida y el momento presente en vigilante vela. Con Benedicto XVI, repito: «No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o el sinsentido de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y portad las armas de la luz –como exhorta san Pablo (cf.Rom 13, 11-14)–, permaneciendo despiertos y vigilantes». Continuemos y reemprendamos siempre nuestro camino con confianza en el Señor.






Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones. Jeremías 1:5

El término "consagración" deriva del latín "consacrare", es decir hacer sagrado. Tratándose de una persona decimos: Dios escoge, y a esta iniciativa de Dios es necesaria la aportación del hombre. La vida religiosa es un rendirse incondicionalmente al amor de Dios, un darse totalmente a Él, dedicarse plenamente a su servicio. La vida religiosa es, antes que nada, amor de Dios, búsqueda de Dios, encuentro con Dios.

Es una entrega total deseada por Dios quien invita a la persona a un seguimiento más de cerca, y que es aceptado, por ella, libremente y por amor, para ser total y exclusivamente para Dios y para su reino. Es una llamada a la perfecta imitación de Cristo para alcanzar la plena comunión con Dios y la perfección en el amor.




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